domingo, marzo 12, 2023

Crónica de domingo

Los domingos se han convertido en mis días solitarios, no importa si estoy o no acompañada, si es el día de lo rutinario: lavar, limpiar, acomodar, etc. Es el día donde me encuentro con mi soledad y a veces, mi soledad y yo no somos buena compañía. 
Estoy mejor que antes, eso sí, hubo una temporada dónde me daba depresión pasar las tardes sola y uff los domingos eran una tortura. Siempre trataba de tener un plan a la salida del trabajo (con quién fuera) Pero poco a poco he ido acostumbrándome y ya no soy tan mala compañía.

Es, hasta cierto punto un chiste perverso, cuando recuerdo que he nacido en domingo y antes  en mi infancia era el mejor día. Los domingos eran especiales: pasábamos en familia todo el día, teniendo padres trabajadores era el día en el que el ritmo bajaba. Nos despertabamos tarde, desayunabamos tarde,  podíamos jugar o  ver tele todo el día, o pintar o dibujar, o íbamos a desayunar fuera y a la matiné (supongo esto era dependiendo de la economia).

Los domingos en mi temprana juventud fueron los más divertidos, escaparnos de misa y por las tardes/noches ir a dar la vuelta a la Chapule a ver a los chicos guapos era una tradición que acompañó esos años. Una ida al cine o comer chucherías en el malecón como parte del protocolo.

Pues los tiempos cambian, no sé que le tocará vivir a mis sobrinos y eso me aterra, pienso en si tendrán las mismas inseguridades que vivimos mis hermanas y yo, o la brecha generacional les dará otro giro, mientras pulso el control para escoger una película romántica que me haga soñar que el amor si existe y algún si día será parte de mis días...