jueves, noviembre 24, 2011

Dejavú

Sin pensarlo, sin quererlo, solo sucedió. Nuestras vidas parecían estar ligadas. Hoy ya no sé si la sola idea de que existieras me hacía pensar en ese amor o es que en realidad estaba sucediendo.

Te extraño. Extraño a mi amigo, a mi cómplice. Extraño las largas charlas, el reírme contigo. El que fueras fan de mis chistes, por más salados que fueran. Las llamadas en horas inapropiadas, verte sonreír.

 

Anoche soñé contigo. Que por azahares del destino nos encontramos, en una estación de tren, no sé en qué ciudad. Había una mujer,  la soñé chaparrita, morena clara con gesto amable. La acompañaba una niña, una pequeñita de dos años aprox. que caminaba trastabillando. Tenía el cabello negro y ojos grandes, era linda y simpática. Yo entretenida jugando con la niña y de pronto descubrí que era tu hija, te acercaste a ella para cargarla y me viste, nos vimos, volteaste a ver a tu esposa y lo entendí todo. Me di cuenta de las similitudes entre la pequeña y ustedes. Sonreí, disimulé el baldazo de agua fría que sentí. Después, ella llevó a la niña al baño en brazos. Y nos quedamos solos, dijiste: Hay cosas que necesitamos aclarar. -No quiero hablar contigo - Te dije, sabiendo que si decías una palabra, iba a sacarlo todo, todo ese coctel de emociones que tenía reprimidas. Tu insistías, entonces no pude más y lloré, de impotencia, lloré por lo que no fue… Quisiste abrazarme y alejaba tus brazos de mí. -No me toques- Te decía susurrando -Por favor, no me toques-. Lloré en el sueño, tal vez todo lo que no he llorado, vi mis lágrimas y tu cara desencajada, traías puesta una camiseta tipo polo color azul celeste, usabas bigote. Llegó el tren, compartimos vagón en el tren, a insistencia de tu esposa. Al llegar a la primera estación bajé. Mientras ustedes continuaban su camino, vi tus ojos fijos en mí, desvanecerse en la distancia.

 

Desperté con una sensación de paz, como hace mucho no sentía.

 

Es curioso, como te puedes ligar a algo o a alguien. Y Dios sabe lucho día a día por erradicar ese sentimiento en mí. Tal vez, en mis sueños, también me estoy bajando de estación. En camino de un adiós definitivo. No por eso, deja de doler.

 

 

 


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