Nos vimos a los ojos, con complicidad. Estábamos en la sala de la casa de tus padres, en una de las torres de Tlatelolco . Mi corazón palpitaba tanto que sentía que podías escucharlo. Recorriste mi cuerpo con la mirada y sonreíste mientras yo te devolvía la sonrisa.
– Te quiero mucho bebé- dijiste y yo solo atiné en sonreír. - Cuando nos encontramos ese día por la calle no pude decírtelo- me dijo- Mejor no lo digas… Total! Eso quedó atrás, mejor no sigas con eso…-te dije-. Me dio mucho gusto verte. ¿Cuánto hace ya? - Yo tenía 23…. 10 años! Como dice Arjona: Mira si es grande el destino o esta ciudad es chica…. – Odias a Arjona! Y … chico el DF? Ufff por eso lo odio, esas distancias, prefiero mi rancho… Pero si es algo extraño eso de las coincidencias, millones de personas y encontrarnos en la calle…
Te acercaste a mí y me besaste, era un beso que recordaba de años atrás, la sensación era la misma, una energía que emana de tu boca y llegaba a mis rodillas…. Una mezcla de calor y sorpresa. Azúcar amargo, limón y miel… Me gustan tus besos – te dije – Lo sé- Ese sonidito que haces…. Ufff como decirlo…. – Sólo dilo y ya -. Es excitante.
Sonreí. Debemos irnos, es hora ya-
-No quiero que te vayas-
-Sugus? La verdad es que una parte de mí tampoco quiere irse.
-Quédate-.
-Sabes que no lo haré.
-Eso también lo sé-.
-Déjate de cosas ya.
-Vamos pues, te llevaré.
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-Debí haberme estacionado! –
-No importa, de cualquier forma no queda mucho tiempo. Agradezco de todo corazón este favor…
-No hay de qué…. Sabes que cuentas conmigo y que…
-No lo digas, así será más difícil..
-Lo sabes?
-Lo sé. Me das un abrazo?
Un beso y un adiós.
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