Fue una Navidad extraña, tal vez diferente a lo que antes había vivido. Pasé la nochebuena enferma, entre el séquito de antibióticos, antiinflamatorios y vitamina C. Brindé con jugo de uva, que por cierto, me supo a rayos. Hoy más que nunca extrañé a mis abuelas… A ésas navidades en las que nos queríamos partir en dos para estar presentes en los dos festejos. La cantadera con guitarra y todo el kit, tradicionales en la casa de la abuela paterna, la tertulia y el baile en la casa de la abuela materna. Se extraña el festejo familiar con los tíos, los brindis, las bromas. Se disfruta a los nuevos invitados en la mesa. Los nuevos sabores. Aprender cosas nuevas, aunque aún no nos queda el pavo…
Disfruté a mis abuelas en vida con todos sus sabores, sus bromas, y sus manías. Hoy las extraño más que nunca. Hacen falta para sentir esa unión familiar con los tíos y los primos que hace mucho no siento.
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La mañana de navidad, fue de las mejores. Me despertó mi hermana a mediodía al abrir la puerta de mi cuarto. Entre dormida y despierta, le respondí… Vamos a jugar! - me dijo - Muero de hambre, le contesté. Primero desayunamos. Ya despertó Julianna? Voy a ver…. Y si. Más bella y sonriente que nunca. Primero que ella abra sus regalos….
Me apuré a lavarme los dientes y ponerme algo de ropa para bajar… Tuve un dejavú, le dije sonriente. Sentí que estoy volviendo unos 20 años atrás…. Pasamos la tarde jugando en pijama y comiendo recalentado y chocolates, como antes.
En tributo silencioso tal vez… Por aquellos que hoy ya no están con nosotros.
Feliz Navidad, hasta el cielo.
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