miércoles, octubre 02, 2013

Leonardo

Te conocí hace algunos años, desde el inicio tuvimos una buena conversación. Tu hermana es de mis mejores amigas, así que siempre te vi como su hermanito menor, tenías la edad de una de mis hermanas, siempre quise presentártela, pero nunca se dio la oportunidad. Recuerdo haberte visto de uniforme colegial aún, con el rostro de niño que tienes en la prepa aunque sientas que te puedes comer el mundo.  Cuando visitaba tu casa siempre te acercabas a platicar conmigo, o en las reuniones a las que siempre me invitaban, así estuviera cuidando niños, buscabas la manera de acercarte y  tener conversación. Hablábamos de todo, desde la situación del mundo, hasta la naturaleza humana, y en los últimos años, después de hablar de tus sobrinos ( yo aún no tenía)  teníamos largas conversaciones de cine.

 

Eras un buen muchacho. Siempre con tu familia, respetuoso con tu mamá, convivías mucho con tus hermanas, alegre, servicial. Siendo el único varón, entendías a las mujeres, creo que sólo por el hecho de vivir rodeado de ellas. Eras “ El toro” para la familia “ Torín” para sus hermanas, y como yo me siento de la familia, también te llamaba así. Una vez que nos encontramos en la calle, te presenté como Leonardo y me sentí diferente, como si presentara a un desconocido.  Hoy tu recuerdo es así, tu rostro sonriente, tranquilo.  Sin esa pesadez que tienen algunos rostros, y ahora que intento analizarlo, es el rostro de alguien que no tiene remordimientos, de ésos muy pocos que tienen la conciencia tranquila. Así también eran tus ojos: amables, francos…

 

¡Cómo me dolió tu partida! Siendo tan joven, con tanto por delante… 24 años.  Tanta gente mala en el mundo y tener que despedirte... Tu mamá aún llora como el primer día, no te quiere dejar ir. El sábado pasado que vi a tu papá, hablábamos de sus nietos, tus sobrinos y me dijo, siempre van a faltar los de uno (haciendo referencia, entendí yo que a los tuyos), lo vi a los ojos y me veía con los ojos vidriosos, sólo atiné a tomarle la mano, y de inmediato cambió su semblante y sonrió, con esa misma sonrisa amable que tú tenías…  Estás presente en tu familia, con tus amigos. Eras bien querido. ¡Y como no quererte!

 

Hace un año de tu partida, y  aún no olvido nuestra conversación ese mismo día. Te sentías mal y yo te daba ánimos por qué no sonreías como usualmente, después de bromear como siempre lo hacíamos, al final te di un abrazo como lo doy a quién aprecio y sonreíste. Ibas a ese hospital, del que ya no regresaste.

 

Un soñador de pelo largo, con cara de niño y enorme corazón. Así te recordaré Leo, no hay otro lugar en el que puedas estar más que en el mismo cielo… Espero al final, volver a encontrarte ahí.

 

 

 

 

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